Palabras clave / Gako hitzak / Key words: Mairuelegorreta, Zigoitia, accidente, rescate, espeleosocorro
Resumen:
Este es el relato del accidente y rescate que tuvo lugar en la cueva de Mairuelegorreta (Zigoitia, Araba) en el año 1959, casi en los albores de la espeleología en Euskalherria como una actividad organizada. Se ha elaborado a partir de los testimonios de varios protagonistas de aquel suceso, ocurrido en una época en la que tanto los medios y el desarrollo de las técnicas, como la falta de precedentes hacían de él un acontecimiento totalmente extraordinario y complejo.
Laburpena:
Testu honek 1959an Mairuelegorretan (Zigoitia, Araba) izandako istripua eta erreskatea azaltzen ditu; artean, gaur ezagutzen dugun bezelako espeleologia garatzeke zegoen Euskalherrian. Artikulua orduko hainbat protagonisten lekukotasunetan oinarrituta idatzi dugu. Kontuan har dezagun sasoi hartan, teknikak eta aurrekariak faltan zirelarik, gertakari hau ohiz kanpokoa eta konpongaitza izan zela.
Abstract:
This is the story of the accident and rescue happened in Mairuelegorreta cave (Zigoitia, Araba) in 1959, almost at the dawn of caving in Euskalherria as an organized activity. It has been compiled from the testimony of several protagonists of that event, which occurred at a time when both the media and the development of techniques such as lack of precedents made him a totally extraordinary and complex event.
Si actualmente los rescates en cueva son complejos, podemos imaginar que 20 años antes de la organización del Espeleosocorro Vasco revestían una extraordinaria dificultad añadida. Con los materiales de la época, y sin ninguna preparación expresa fuera de la técnica de exploración corriente, los espeleólogos que sufrían un infortunio se enfrentaban a operaciones de evacuación mucho más complicadas que las actuales, exponiéndose a un desenlace fatal en caso de lesiones de gravedad.
Corría el verano de 1959. Los jóvenes miembros del Grupo de Espeleología de la Sociedad Excursionista Manuel Iradier se habían afanado durante las últimas semanas en preparar las IV Jornadas Vascas de Espeleología, las primeras que tendrían lugar en Álava. Tras las conferencias y actos en Vitoria, el trabajo de campo se llevaría a cabo en Mairuelegorreta (segunda cavidad más larga de España en aquellos años) que ocupaba la mayor parte de la actividad del grupo y donde días antes se había descubierto un nuevo sector río abajo. Durante la primera semana de julio, preparado ya el encuentro espeleológico con su campo base en Gopegi, los hombres y mujeres del GEMI se tomaron un descanso y convinieron en dejar la exploración de las nuevas galerías para las Jornadas que se iban a iniciar dos días después.
Pero... todos los exploradores saben que la tentación es fuerte. Josep Monné, un espeleólogo catalán que había acudido a Vitoria adelantándose a sus compañeros del G. E. Sabadell, solicitó a los organizadores que le guiaran a Mairuelegorreta unos días antes para poder recorrer la cueva con más detenimiento. El domingo 12 de julio, tras realizar unos pequeños trabajos en la zona con vistas a las Jornadas, algunos espeleólogos del GEMI accedieron a acompañar al catalán: integraban el grupo Juan Antonio Madinabeitia, Julio Arbosa, Jesús Ignacio Ortiz de Landaluze, José Luis Sáenz de Ugarte, Michel Ulibarri y José Miguel Sáez de Jauregi. Entraron a la cavidad el domingo a mediodía, y caminaron hasta llegar a la zona de las galerías recientemente descubiertas; la marcha fue lenta ya que, además de que Monné iba sacando fotografías, no tenía un lugar adecuado para guardar los carretes y se le caían repetidas veces, por lo que había que recuperarlos. Sobre las 14:45, los expedicionarios se encontraban en la Galería de Pío XII, a unos 2 km de la entrada, descansando al pie de una rampa de 20 m. por la que debían trepar para emprender el camino de vuelta. Monné estaba de pie al borde de un pozo, cuando de repente resbaló; a pesar de que Arbosa intentó agarrarle, se precipitó por dicha sima cayendo 14 metros hasta el río.
El herido una vez fuera. Foto: Urturi / ARQUE / Mora (El Caso). |
Domingo tarde: primeros intervinientes
Por suerte, con vistas a las Jornadas el pozo se halla instalado con una escala que no llega al agua; asegurado en precario, baja rápidamente por ella Julio Arbosa. Desde el final de la escala puede distinguir a Monné, observando que está inconsciente, tendido boca abajo en el agua. Salta los 4 metros que le faltan, llegando al herido a tiempo para sacarle la cabeza del agua y comenzar a practicarle maniobras de reanimación; mientras tanto, desciende José Luis Sáenz de Ugarte. Entre los dos sacan al herido para colocarle en un espacio fuera del río, pero tan reducido que alguno de ellos tiene que mantenerse continuamente dentro el agua. De esta forma se mantendrán las cinco horas que tarda en llegar la primera ayuda, ocupándose entre tanto Arbosa y Sáenz de Ugarte en mantener la temperatura del cuerpo de Monné usando el calor emitido por sus lámparas de carburo.Entre tanto, los 4 compañeros que se habían quedado arriba se habían dividido. Un grupo permaneció al borde de la sima mientras los otros salieron a buscar ayuda. Afortunadamente, se daba la circunstancia de que algunos miembros del GEMI se encontraban en las cercanías, realizando exploraciones en la zona de Artzegi; entre otros se encontraban allí José Antonio Agorreta y Jaime Fariña. Hasta ellos llegó Madinabeitia, dando la alerta sin conocer todavía el estado del herido (después se sabría que tenía diversas contusiones y dos fracturas, mandíbula y antebrazo). El primer paso fue intentar localizar un médico en los alrededores.
Parece que en este rescate intervinieron varios sanitarios. El practicante y miembro de la Sociedad Excursionista Jesús Ugarte, por ejemplo, realizó diversas labores. Por otra parte, según Jaime Fariña, el primer médico con el que consiguieron contactar “...cogió el botiquín, algunas medicinas y subimos de nuevo a la cueva. Dice: Pero yo no voy a entrar ¿eh? Mira, toma tú y te voy a decir lo que puede pasar: si está inconsciente cuidado, porque puede tener algún golpe en la cabeza; no lo mováis... (pero si no se movía no se sacaba!). Me dio unas instrucciones, el maletín, y ¡vete, ya me contarás! ¡Y se quedó allí! Y yo con el maletín hacia adentro”. Así, los espeleólogos quedaron encargados de los primeros auxilios.
Prospección en la Sierra de Badaia (1958). De izquierda a derecha: Polidura, Madinabeitia, Ortiz de Landaluze, Urrutia, Llanos, Fariña. Tumbado: Sáenz de Ugarte. Foto: GEMI. |
Agorreta y Fariña fueron, por tanto, los primeros que accedieron al lugar donde se encontraban Monné, Sáenz de Ugarte y Arbosa; llegaron sobre las 20:00h. Tras administrarle una inyección analgésica/estimulante e intercambiar las ropas húmedas del herido con las suyas secas, valoraron la situación y consideraron que no se le iba a poder evacuar sólo con los recursos del GEMI; era necesario movilizar a los grupos de espeleología vecinos. Comenzaba así una sucesión de innumerables idas y venidas entre la galería Pio XII, la entrada de la cueva y el pueblo para dar la alarma primero, transmitir información después y guiar a los socorristas a traves de aquellas galerías que tan solo ellos conocían.
Julio Arbosa. Foto: GEMI. |
En esos primeros momentos también consiguió acceder hasta el lugar del accidente Antonio Barrio, el cura de Gopegi, que tenía cierta experiencia espeleológica. Efectivamente, en varias ocasiones los miembros del GEMI se lo habían encontrado dentro de Mairuelegorreta, perdido con grupos de jóvenes del pueblo mientras recorrían el laberinto de galerías. Parece que no fue el único cura que entró: algunas crónicas señalan que varios jesuitas que se encontraban en los alrededores también acudieron a acompañar al herido y darle apoyo espiritual, practicándole entre otros la extremaunción –ritual católico tradicionalmente aplicado a las personas que están a punto de morir-.
En torno a las 20:30 horas se adentraba en la cavidad un nuevo grupo de rescate compuesto por miembros del GEMI. Hay que decir que lo alejado del lugar del accidente y el tratarse de salas de reciente descubrimiento hizo que incluso varios espeleólogos alaveses se extraviaran, llegando a pasar algunos grupos más de 9 horas dando vueltas por la intrincada caverna sin dar con el objetivo.
Madrugada: GEMI, lugareños y Fuerzas de Seguridad
Entre tanto, en el exterior no se conocía todavía el alcance del accidente. Se activaban los recursos de emergencia, enviando una ambulancia hasta la zona de los embalses. En torno a la medianoche, llegaron a Gopegi jeeps militares procedentes del 43º Regimiento de Artillería, transportando material diverso. Acudían efectivos de la Guardia Civil procedentes de Legutiano. La Sociedad Excursionista hizo llegar cuerdas y una percha de rescate mediante dos de sus miembros. Al mismo tiempo comenzaba una febril actividad para localizar espeleólogos de otros grupos que pudieran venir a ayudar en el socorro. Durante la noche, las labores de rescate recayeron principalmente sobre los espeleólogos del GEMI, participando en diversas labores Marieta Agorreta, y Ricardo Arbosa; naturalmente, muchos montañeros de la Sociedad Excursionista se volcaron prestando ayuda a sus compañeros de club en las labores de exterior. El Puesto de Control se trasladaba del campamento de Gopegi a la entrada de Mairuelegorreta.Entrada de Mairuelegorreta en 1959. Foto: Ortiz de Landaluze. |
Relevado de su puesto, Sáenz de Ugarte llega al exterior en torno a las 00:00 dando noticia de la situación en el lugar del accidente; valga para valorar la dureza de la experiencia el hecho de que, a raíz de éste incidente, tomó la determinación de dejar la espeleología. Con información más precisa, los trabajos se van coordinando con más efectividad; así, a medianoche, el presidente del GEMI Lucio Lascaray solicita a través del Gobierno Militar vehículos, picos, palas, mantas y alimentos. Durante la madrugada, comienzan a practicarse trabajos de ensanchamiento en las gateras de acceso al lugar del accidente. Se establecen asimismo conexiones por teléfono entre Vitoria y Gopegi, y desde aquí a Mairuelegorreta por radio; queda pendiente la comunicación con el interior, que se sigue realizando mediante enlaces humanos.
Habiendo dejado todo listo para las Jornadas, Armando Llanos y MªNieves Urrutia habían pasado ese domingo en Pamplona; les esperan en la estación de Vitoria para notificarles el suceso. Llegan a Gopegi ya de noche, y en la zona de Manurga se encuentran en el monte con personas gritando y encendiendo unas tiras; son Guardias Civiles perdidos, que han subido sin luz y bajan quemando trozos de camisa para poder ver. Llegan a la boca de la cueva, donde se van concentrando los diversos grupos que acuden al rescate, y muchos vecinos. De hecho, los habitantes de Murua y Gopegi se volcaron en aportar alimentos a los grupos de rescate y guiarlos a través del monte; incluso un grupo numeroso llegó a acompañar a Barrio, el cura, hasta las galerías inferiores.
Para el grupo encargado de cuidar al herido, las horas pasaban lentamente. En torno a las 03:00 sus constantes vitales bajaron de forma alarmante, y se le administró una dosis de estimulantes. Superada la crisis cardíaca, no sucedió lo mismo con el malestar de Monné, a quien siguiendo los consejos médicos se evitaba dar comida y agua, pese a pedirlo el herido insistentemente.
El GEMI se pasó la noche intentando localizar a José María Martínez Peñuela, médico y responsable del Grupo de Espeleología de la Institución Príncipe de Viana, pero nada pudieron conseguir hasta las 7:00 de la mañana en que les comunicaron que se encontraba de viaje. Los esfuerzos en este sentido se dirigieron entonces a Vitoria: Gerardo López de Gereñu y MªNieves Urrutia se desplazaron a buscar otro médico que pudiera llegar hasta el herido; éste ya había recuperado la consciencia, pero el alcance de sus lesiones todavía se desconocía. Contactan con Ángel Mendibil Ozamiz en la Policlínica, quien pese a no ser hombre de montaña (y sin haber visitado en su vida una cueva), muestra un excepcional arrojo y se muestra dispuesto a entrar. Así, a media mañana se le sube hasta la cueva, y se adentra en las galerías guiado por el grupo de Llanos. Tal como recuerda Urrutia, que pasó toda la noche en labores de intendencia: “...se le subió a tirón limpio, con cuerdas. No era de monte ni nada, de ciudad-ciudad. Y había que meterle, porque el accidente fue en lo más profundo que teníamos entonces, un sitio con un laminador... tremendo.”
José María Elejalde, espeleólogo del GEMI que se encuentra cumpliendo el Servicio Militar en Zamora, está llegando a Vitoria de permiso cuando recibe el aviso. Se desplaza hasta el lugar en moto, todavía vestido de militar, e inmediatamente toma la responsabilidad de guiar a un grupo de Guardias Civiles y jóvenes del pueblo hasta el lugar del accidente.
Mañana del lunes: espeleólogos de los grupos vecinos
Los grupos del médico y de Elejalde llegan más o menos al mismo tiempo a la galería de Pío XII. Los Guardias Civiles intentan bajar hasta el herido, pero tienen problemas y desisten en el intento. Es Elejalde quien baja y participa en su izado, envuelto en un saco y lonas de tienda de campaña, desde el agua hasta la primera cornisa. Allí es donde le examina el médico, quien junto a Julio Arbosa acompañará al herido durante todo el trayecto, ordenando paradas cuando su estado lo requiera. Son las 12:00 de la mañana del lunes cuando comienza a moverse el herido, y José Ángel Mendoza, espeleólogo del GEMI, se adelanta para notificarlo al exterior.En su examen Mendibil observa debilidad en el pulso, administrándole diversos fármacos antibióticos y estimulantes. Como nota curiosa, estimando necesaria más cantidad de uno de ellos (Coramina), el médico escribe una receta improvisada sobre un billete de banco. Se encarga de sacarla Elejalde, que en ese momento es el único del grupo que conoce el camino de salida; los Guardias Civiles le reclaman para marcharse con él, pero Elejalde les da esquinazo para poder salir con más rapidez...
Receta original del
Dr. Mendibil sobre un billete de 1 peseta.
Archivo J. L. Sáenz de Ugarte.
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Entre tanto, en el exterior, a lo largo de la mañana comenzaban a llegar los espeleólogos de otros grupos a Gopegi. Allá miembros del GEMI, entre ellos Emérita Moraza, les llevaban hasta la entrada de Mairuelegorreta; a medida que iban llegando, otros les guiaban al encuentro del herido. Entre ellos se encontraba José Antonio Agorreta: “...empezamos a llamar a los navarros y vizcainos, que vinieron inmediatamente... y entonces a acompañarles al lugar del accidente, sin dormir, deshechos... Pero no te creas que notas cansancio en esa situación, ¿eh? es increíble. Cuando estaba ya todo en marcha me desplomé y me quedé grogui en la entrada de Mairuelegorreta.”
Sabemos que el Grupo Espeleológico Vizcaíno fue de los primeros en llegar: según nos comunicaba Eugenio Sojo, contactaron con él al no poder localizar a Ernesto Nolte (responsable del grupo a la sazón) y varios miembros se desplazaron en el vehículo de la Diputación de Vizcaya, llevando entre otros materiales una percha de rescate tipo “cacolet” (desafortunadamente no podemos preguntar ya a Sojo, fallecido recientemente, pero es de suponer que quienes le acompañaron a Mairuelegorreta serían Gaizka Ugarte y Javier de la Hidalga, los miembros más activos y capaces por esas fechas).
En cuanto a los navarros de la IPV, poco antes de las 8:00 consiguieron contactar con Isaac Santesteban, quien a su vez localizó a Pedro Etxaleku. En palabras de Isaac: “...llevábamos dos cuerdas de 50 m. de nylon, las primeras que compramos. Yo iba vestido de San Fermín porque me tocaba el encierro; y Etxaleku igual, lo cogí preparado para correr. Cogimos un tren de escalas y lo cargamos en la Vespa; pasamos un frío... Luego dando vueltas buscando Mairuelegorreta. Subimos y lo menos 500 tíos en la puerta”. Los militares controlaban la entrada.
Espeleólogos, soldados y el Gobernador Civil en la mañana del lunes. Foto: Urturi (El Correo Español). |
Los miembros de la SSCC Aranzadi llegaron desde diferentes localidades: Ortiz de Landaluze localiza a Félix Ruiz de Arkaute en la cama con fiebre, y éste se desplaza desde Tolosa para encontrarse en Gopegi con José Luis Txintxurreta, Modesto Zilaurren y Antonio Arratibel, procedentes de Oñati. Suben hasta el aparcamiento en varios vehículos, junto con dos periodistas y una señora del pueblo que acarrea huevos para los socorristas. Madinabeitia les acompaña a la entrada de la cueva, a donde llegan a las 13:30. En esos momentos, los militares están intentando establecer conexión entre la boca de Mairuelegorreta y el interior, y pretenden que los socorristas transporten los radiotransmisores. Juzgando tal esfuerzo inútil, Arkaute mantiene una airada discusión con ellos -pateo de aparataje incluído- que finaliza con la separación entre el equipo de espeleólogos, que entra a buscar al herido, y el de los militares, que quedan instalando las comunicaciones. Finalmente éstas consistieron en una línea de teléfono hasta la llamada Plaza de Toros, a unos 150 metros de la entrada.
En el centro, Txintxurreta y Arkaute disponiéndose a entrar. A la derecha, un periodista. Desconocemos la identidad del espeleólogo de la izquierda. Foto: Urturi (El Pensamiento Alavés) |
Momento de la
extracción, donde distinguimos a Julio Arbosa (cuarto por la izquierda) y J.A.
Madinabeitia (segundo por la derecha). Foto: ARQUE.
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Aparte de la complicación propia de la sima, hay que indicar que en esta zona hubo que salvar un considerable atasco. Fue en este punto donde se incorporaron al rescate navarros y vizcaínos, que se encontraron con una decena de militares colgados en las paredes de este pozo, y varios metros de cuerda de cáñamo -hinchada e inutilizable- por encima de la camilla. El único material de rescate con el que contaban eran las dos cuerdas de 50 metros y la percha. Santesteban tomó la iniciativa y salvó el pozo rapelando desde un anclaje natural, ordenando retirar las cuerdas inservibles; realizaron una instalación con 3 cuerdas, usando escalas para enganchar la camilla en horizontal; la experiencia y forma física de estos equipos, bregados en grandes verticales, resultó ser clave para superar esta dificultad.
Una vez extraída la camilla, un grupo tuvo que permanecer en este lugar sacando a todos los jóvenes del pueblo con el cura, que todavía se encontraban abajo sin equipo, calzados con alpargatas y víctimas de la fatiga. En cuanto al herido, la única dificultad que restaba era un paso en oposición; después del mismo, la camilla fue porteada por la Calle de San Ildefonso, ascendiendo hasta la Plaza de Peña Grande y recorriendo las grandes galerías hasta el exterior. Monné salió de la cueva a las 18:30 acompañado por unos 30 socorristas. Entre ellos se encontraban todavía Julio Arbosa y Juan Antonio Madinabeitia, quienes habían participado ininterrumpidamente en las labores de rescate durante más de 24 horas.
Asistido por montañeros de la Excursionista Manuel Iradier, el herido fue descendido hasta el Jeep militar que había conseguido llegar hasta 500 m. de la cueva; una hora después, éste alcanzaba la ambulancia que esperaba en los embalses, donde se le practicó una transfusión de sangre. El herido quedó ingresado en el Hospital Civil de Santiago de Vitoria-Gasteiz durante varios días, acompañado de su esposa, hasta que su estado permitió el traslado a Sabadell.
Probablemente las personas y grupos de espeleología mencionados en este relato no fueron los únicos que participaron en este rescate; debemos tener en cuenta que en aquella época los miembros del GEMI participaban asiduamente en las exploraciones interclub organizadas por el G.E. Edelweiss en Ojo Guareña (Burgos), colaborando estrechamente con infinidad de grupos. No obstante, la proverbial discreción de los espeleólogos suele llevar a que -antes como ahora- su protagonismo quede relegado frente a la actuación de los grupos profesionales. Tengamos, pues, presentes a aquellos que no figuran pero que a buen seguro estuvieron.
Este incidente tuvo una gran cobertura en los medios de comunicación de la época, cosa que es comprensible dado que el muy mediático accidente de Marcel Loubens en la Piedra de San Martín se había producido tan solo 7 años antes. Así, lo ocurrido en Mairuelegorreta corrió como la pólvora sembrando la alarma entre la población de Vitoria, hasta el punto de que en el transcurso del rescate el GEMI tuvo que establecer un servicio de prensa para ir difundiendo ordenadamente la información sobre su desarrollo.
Así finalizó, afortunadamente, el rescate de Mairuelegorreta 1959; un hito en la historia de la espeleología vasca que ilustra de forma magnífica la colaboración que los exploradores del karst siempre han mantenido por encima de fronteras administrativas, y que contribuyó, sin duda, a que se hiciera más patente la necesidad de la organización del Espeleosocorro en nuestro país.
Notas:
• El presente artículo ha sido elaborado en el contexto de una investigación más amplia que estamos llevando a cabo sobre la Historia de la Espeleología Vasca entre los años 1950-70; se ha completado con bibliografía y hemeroteca de la época.
• Todos los datos aportados en este artículo provienen de comunicación personal o bibliografía, y están respaldados por su correspondiente cita.
• Agradecemos a los compañeros de la Unión de Espeleólogos Vascos sus correcciones y sugerencias; y muy especialmente a los espeleólogos veteranos que han ayudado con su testimonio.
Bibliografía:
• AMET. 2010. Entrevista: Modesto Cilaurren, Jose Luis Chinchurreta, Antonio Arratibel. Karaitza, 18:38-39. Euskal Espeleologoen Elkargoa, Oñati.
• GEA. 1989. GEMI-CADIE. In: GEA. 1989. Historia de la espeleología alavesa. Memoria. 25 años del Grupo Espeleológico Alavés (1962-1987). Arabako Foru Aldundia.
• GEMI. 1959. Algo sobre el accidente de Mairuelegorreta. Boletin Grupo Excursionista Manuel Iradier. 1959ko abuztua.
• SAENZ DE UGARTE, José Luis. Memorias. Espeleologiari buruzko atala. Argitaratu gabea.
• SANTESTEBAN, Isaac. 2006. Memorias de un espeleólogo. Ed. Sahats.
• SEMI. Memoria del accidente ocurrido al Sr. Monné Porqueras el día 12 de julio de 1959 en las cuevas de Mairuelegorreta (Gorbea). Argitaratu gabea.
• Hemeroteca: Pueblo, El Correo Español, La Voz de España, El Pensamiento Alavés, El Caso.
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