2022/08/17

El papel de los espeleólogos en la gestión del patrimonio subterráneo: ¿miembros activos del equipo de gestión, o simples peones?

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Resumen / Abstract

Teniendo claro que el gestor principal del patrimonio subterráneo tiene que ser la Administración Pública, es importante determinar la función que debemos cumplir los espeleólogos en el entramado de instituciones, empresas y especialistas que habitualmente se teje en torno a los proyectos desarrollados en cueva. A nuestro juicio, el papel de los espeleólogos debe ser central por dos razones: su conocimiento del medio, y su carácter de aglutinador de los diversos especialistas monodisciplinares.

Bearing in mind that the main manager of the underground heritage ought to be the Public Administration, it is important to determine the role that speleologists must fulfill in the network of institutions, companies and specialists usually woven around cave projects. In our opinion, the role of speleologists has to be central for two reasons: their knowledge of the environment, and their link condition between the various monodisciplinary specialists.

1. Introducción

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta la gestión del patrimonio subterráneo es su abordaje fragmentario: la investigación, protección o puesta en valor de este patrimonio depende generalmente de varias instituciones de gobierno (local, autonómico, estatal...) o departamentos (medio ambiente, cultura, obras públicas…), que "en superficie" tienen una clara separación operativa. En el karst esta separación no es posible porque todos los aspectos están relacionados; así, los diferentes agentes deben coordinarse para trabajar eficientemente.

Generalmente, el punto de partida de las investigaciones suele ser una circunstancia concreta (salubridad de un curso de agua, hallazgo de un yacimiento arqueológico, existencia de biodiversidad a proteger…), por lo que cuando los trabajos se emprenden tiende a primarse una de las ciencias del karst, la relacionada con el objetivo principal; teniendo el resto de disciplinas una consideración variable, que puede oscilar desde ser ignoradas (por estimar que no tienen relación con el objetivo), hasta ser consideradas parte del entorno de estudio.

Muchos espeleólogos de diversas épocas, durante sus investigaciones, han sido testigos de problemas derivados de un abordaje parcial del karst subterráneo; hecho no pocas veces relacionado con el poco peso de los propios espeleólogos en los equipos y órganos de gestión, reducidos al papel de peones (mover piedras, soldar rejas, pintar puertas, etc). En el mejor de los casos, la mala coordinación entre los diferentes agentes ha derivado en que el patrimonio quede a medio estudiar, pero conservado (mal menor que puede subsanarse con posteriores investigaciones); pero hay otras ocasiones en las que esta descoordinación ha provocado daños irreversibles. 

Durante los últimos cinco años, ADES Espeleologia Elkartea ha podido vivir de primera mano no solo importantes hallazgos (como los yacimientos de arte rupestre de Atxurra y Armintxe), sino también los problemas derivados de la mala coordinación de los trabajos. Así, partiendo de nuestra experiencia local (GOROSABEL, 2020b), intentaremos extraer algunas enseñanzas generales que contribuyan a poner las bases para una más eficiente gestión del patrimonio subterráneo.

2. Claves para la Administración

El abordaje integral de los entornos kársticos (exploración, investigación, protección) supone un trabajo ingente que indudablemente requiere el apoyo de las instituciones, y no sólo el económico; de hecho, es inconcebible que pueda desarrollarse a espaldas de la Administración, tanto por su dimensión como por la responsabilidad que esta tiene en sus diversas áreas. En este mecanismo, los espeleólogos debemos engranar con el resto de especialistas y contribuir de forma activa a los trabajos, empezando por mantener una comunicación fluida con las instituciones competentes, y perder el miedo a movernos por pasillos, antesalas y oficinas.

En ese “medio hostil” de trajes y corbatas, existen factores que debemos tener en cuenta, tales como la diferencia entre los cargos políticos (la cara visible, que cambia cada cierto tiempo) y los técnicos (que están en segundo plano, pero permanecen); ya que, al contrario de lo que pueda parecer, muchas veces estos últimos tienen más poder decisorio que los primeros. Por otra parte, a la hora de dirigirnos a un responsable también debemos tener presente el famoso “iceberg de la ignorancia” de Yoshida, en virtud del cual el grado de  conocimiento real de los problemas por parte de nuestro interlocutor suele ir disminuyendo a medida que su posición se encuentra más alta dentro de la pirámide de los cuadros de mando.

Pese a los desencuentros, los momentos de colaboración fluida existen y debemos cultivarlos. En la imagen, equipo de arqueólogos, técnicos de la administración y espeleólogos trabajando juntos en la cueva de Armintxe (11 de junio de 2016). Foto: ADES.

Otro escollo donde muchos proyectos en cueva fracasan es la poca comunicación entre diferentes departamentos de la propia Administración. Es paradigmático el caso de Atxurra, cueva vizcaína donde en 2015 se produjo un conflicto arqueo/biológico por incomunicación entre los departamentos de Cultura y Medio Ambiente de la Diputación Foral de Vizcaya (GOROSABEL, 2020a), organismos ambos con sede en el mismo edificio de Bilbao. También es digno de mención el caso de Armintxe, donde en 2016 se identificó un problema de inundaciones periódicas que estaba degradando su arte rupestre (GOROSABEL & URRUTIA, 2017) y que no ha sido aún solucionado debido principalmente a la falta de coordinación entre las instituciones competentes en cultura, medio ambiente y obras públicas. 

Existe una predisposición a este tipo de problemas interdepartamentales cuando no está claro quién manda sobre quién; por lo que una buena opción suele ser conformar estructuras superiores (Patronatos, por ejemplo) que subordinen a las diversas instancias bajo un mando único.

Hay que subrayar la importancia de que se ponga al frente de cualquier proyecto en cueva a personas debidamente cualificadas, seleccionadas por su capacidad y competencia; y que en su equipo de trabajo cuenten con especialistas capaz de trabajar en todas las áreas del karst sin descuidar ningún frente. Especialistas entre los que, por supuesto, deben estar los espeleólogos, tal como lo están en proyectos punteros como Nerja, Atapuerca o Goikoetxe. Estas condiciones, sin embargo, no siempre se cumplen, contribuyendo a abonar el terreno para los problemas. 

Para negar a los espeleólogos un lugar en los órganos de decisión, algún gestor ha llegado a afirmar que “La espeleología es como mucho un deporte de riesgo; pero no tiene nada que ver con la ciencia. Si así fuera, habría una facultad de espeleología; y no la hay” (declaraciones de Mikel Unzueta Portilla, técnico del Servicio de Patrimonio Cultural de la Diputación Foral de Vizcaya en relación a Armintxe, en el Diario Berria del 21 de diciembre de 2018). Creemos que esta minusvaloración puede tener que ver con un modo erróneo de entender los conceptos de profesional y amateur. Siendo éste uno de los principales escollos donde suele atascarse la colaboración entre espeleólogos y Administración, merecerá la pena que nos extendamos sobre el mismo.

3. Profesionales y aficionados

En efecto, con los espeleólogos se da una condición paradójica, ya que pese a que desde diversas instancias se suele alabar la "profesionalidad" de estos especialistas, la inmensa mayoría de ellos realiza esta actividad en calidad de aficionados; dado que, aunque los espeleólogos cobren por algunos de sus trabajos, no pueden ser considerados "profesionales" a no ser que la espeleología constituya su fuente de ingresos principal. Como esta condición de amateurs se ha esgrimido en no pocas ocasiones para marginar a los espeleólogos de los equipos de trabajo, hay que precisar que los espeleólogos son aficionados... pero especialistas. Y que es esta última condición la que debe ser tenida en cuenta por los gestores, no siendo relevante si viven o no de esa especialidad.

De todas formas, la casuística es amplia. Por ejemplo, no son raros los espeleólogos que, profundizando en alguna de las Ciencias del Karst, llegan a hacer carrera en alguna de ellas. En estos casos, encontramos geólogos, biólogos, etc. que paralelamente a su profesión (generalmente no limitada al medio kárstico) siguen practicando espeleología en calidad de aficionados. Así, en esos grupos de gente uniformizada por el color del barro encontramos personas con niveles de formación muy diferentes: desde la educación más elemental hasta los estudios de grado superior (dándose no pocas veces la situación de que, por sus conocimientos acumulados y experiencia, sean los primeros quienes dirijan a los segundos). En cualquier caso, como la exploración subterránea es realizada necesariamente en grupo, estos equipos amateurs llegan a adquirir una alta cualificación debido precisamente a este trabajo conjunto de  espeleólogos rasos y especializados, acentuada por las muy habituales colaboraciones interclub, que les permite obtener resultados científicos de calidad. Además, los espeleólogos especializados aportan ventajas: por un lado, su condición de licenciados, doctores o catedráticos permite al equipo espeleológico salvar diversos escollos burocráticos cuando este se ve en la necesidad de acreditar su cualificación; pero, lo que es más importante, al aunar en su persona las cualidades de especialista en su propia área de conocimiento y la de espeleólogo generalista, se evitan los problemas de la hiperespecialización, identificados en el mundo académico desde hace ya más de dos siglos (JOVELLANOS, 1797). Y es que cuando la elevación de los conocimientos en una materia se acompaña de carencias en otras, los especialistas monodisciplinares -muy competentes en su materia pero sin perspectiva suficiente sobre las otras Ciencias del Karst- pueden perjudicar involuntariamente otras áreas de estudio, o ser sobrepasados por aspectos que no fueron capaces de prever inicialmente.

Especialistas en hidrogeología y espeleología muestreando en la cueva de Goikoetxe (Vizcaya), 2011. Foto: ADES.

Afortunadamente ya existen intentos de superar la contraposición "profesional vs. aficionado" hacia una visión más complementaria; sin ir más lejos, tenemos dos  buenos ejemplos en arqueología. Según PLUTNIAK (2017), ya en la década de 1980, el bearnés Georges Laplace (autoridad internacional en la materia, y antiguo espeleólogo por cierto) se negaba a hacer distinción entre profesionales y amateurs, condenando irónicamente "el amateurismo de algunos profesionales"; ponía el foco en la necesidad de una educación basada en la investigación continua, en lugar de en el dogma o el argumento de autoridad; y señalaba que, paradójicamente, el carácter amateur de un investigador puede ser una de sus mayores garantías, por mantenerle al abrigo de eventuales injerencias por parte de entidades financiadoras. Por otra parte, la investigadora Marta Alberti, directora ayudante del yacimiento de Vindolanda (Escocia) desarrolla actualmente una tesis donde estudia, basada en CLARY et al. (1998), la colaboración entre arqueólogos profesionales y ayudantes voluntarios y planteando interesantes cuestiones como si es imprescindible un título académico para realizar una excavación, si los arqueólogos profesionales tienen en cuenta la opinión de los voluntarios; o si estos voluntarios quitan el trabajo a los profesionales.

4. Claves para los espeleólogos

Consideramos que la principal cualidad de los equipos espeleológicos, y que los convierte en imprescindibles para cualquier proyecto a desarrollar en cueva, radica en su capacidad de trabajar simultáneamente en todas las disciplinas convergentes en el karst. Por otra parte, proporcionan al equipo multidisciplinar beneficios que ningún otro especialista está en condiciones de aportar, cuales son la capacidad de moverse bajo tierra de forma segura (tanto para las personas, como para el patrimonio subterráneo); de ayudar a los otros especialistas a hacer lo propio; y, cuando esto no es posible, de ser “sus ojos” en los sitios a donde ellos no pueden llegar.

A pesar de ello, dentro del colectivo espeleológico nos encontramos con diferentes percepciones sobre el propio papel que jugamos, o debemos jugar, en estos equipos multidisciplinares. Estas percepciones pueden oscilar desde el menosprecio hasta la autoestima excesiva, pasando por diversos grados intermedios.

Considerando uno de los extremos de esta escala de percepción, la baja autoestima tan frecuente entre nuestros compañeros ciertamente no favorece que los otros especialistas y técnicos se formen una opinión favorable de nosotros. Así, cuando en los proyectos de investigación no se cuenta con los espeleólogos, muchos compañeros lo asumen como cosa normal, por considerarse a sí mismos unos ignorantes. Cosa que, aparte de no ser cierta, puede como decíamos antes llevar a la dirección del proyecto a cometer graves errores, al prescindir de los especialistas que poseen una de las mejores perspectivas de conjunto sobre el karst. Pero para que otras personas nos tomen en serio, hay que empezar por hacerlo uno mismo: estimándonos en lo que valemos, ni más, ni menos.

Porque, sin ser tan frecuente, también podemos encontrarnos con el otro extremo. Tengamos en cuenta que, por ejemplo en arqueología, los espeleólogos estamos llamados a jugar un importante papel: las características de los yacimientos, hallados cada vez más frecuentemente en contextos profundos, hacen necesario contar con nosotros tanto para su prospección como para su investigación. Por ello, algunos pueden caer en la tentación de la arrogancia, actitud que también puede poner en peligro la buena marcha de un equipo multidisciplinar; y que tal como deploramos en otros especialistas, tampoco debemos aceptar entre espeleólogos. "In medio virtus"; y será entre estos dos extremos donde vayamos a encontrar la actitud adecuada, adaptada a cada caso particular, y primando siempre lo que sea beneficioso para el karst, por encima de cuestiones corporativas o personales.

Asimismo, los espeleólogos debemos ser conscientes de la desconfianza que suscitamos entre algunos técnicos y especialistas, tanto por la cuestión profesional/amateur ya mencionada, como por el carácter informal de la mayor parte de grupos de espeleología que permite que "cualquiera" (dicho sea en el peor sentido) pueda entrar en ellos. El antídoto contra esta desconfianza es que los espeleólogos guardemos un comportamiento ejemplar, eficiente, en todas las disciplinas que se aborden (“más profesionales que los profesionales”).

Finalmente,  hay que decir que este carácter informal, fragmentario, abierto de los grupos de espeleología tiene también sus ventajas: la no existencia en todos los grupos de especialistas en todas las disciplinas motiva que, de modo natural, se produzca una profusa colaboración intergrupal. Este hábito de colaboración (que ha existido históricamente, existe ahora y probablemente persistirá entre los investigadores del karst por encima de fronteras) permite a estos equipos abordar exitosamente trabajos de gran complejidad.

5. Conclusión

En cuanto a la exploración, investigación y protección del patrimonio subterráneo se refiere, espeleólogos y Administración estamos en el mismo bando. Por eso, decididamente, debemos procurar mejorar la relación entre nosotros para una mejor consecución de los objetivos comunes: los espeleólogos, poniendo al servicio de las instituciones nuestro conocimiento y capacidad de trabajo; y la Administración, siendo receptiva a la aportación de la comunidad espeleológica, y dándole voz y voto en todo órgano donde se trate sobre el karst.

Agradecimiento

A ADES Espeleologia Elkartea, que a lo largo de más de 40 años viene criando murciélagos de especies diversas, tanto muchos de los que hoy poblamos las galerías de su zona, como los que un día migraron a cuevas muy lejanas.

Referencias

Resumen video (13')

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