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2022/11/03

Armintxe, statu quo


 A raíz de un reportaje que ha salido estos días en El Correo... https://www.elcorreo.com/bizkaia/costa/microplasticos-llegan-fondo-20221101184103-nt.html 

...hemos hecho una pequeña intervención en Radio Euskadi, sintetizando el problema de las inundaciones y dando unas claves para su resolución. https://www.eitb.eus/eu/nahieran/irratia/radio-euskadi/boulevard/osoa/9003475/ (entre los minutos 3h21'00"-3h32'20")

Aqui esta la revista que mencionamos en la radio, con el articulo de César Gonzélez. https://www.bizkaia.eus/kultura/ondarea/kobie/argitalpenak.asp?ID=110&imagen=KOBIE_BAI_8_web.JPG&serieID=7

2022/08/18

Félix Ruiz de Arcaute, forjador de cadenas

Cítese como:

  • GOROSABEL, Oier. 2022. Félix Ruiz de Arcaute, forjador de cadenas. Proceedings of the 18th International Congress of Speleology. Karstologia Mémoires 22(II):225-228. Union Internationale de Spéléologie, Savoie Mont Blanc.

Resumen / Abstract

Félix Ruiz de Arcaute van der Stucken (Amberes 1927 - Arette 1971) conoció el mundo subterráneo en Grenoble a fines de la década de 1940; se trasladó después al País Vasco, donde fue uno de los principales promotores de la espeleología local. A partir de 1960, exploró el macizo de Larra (Piedra de San Martín) en colaboración con numerosos grupos europeos. A lo largo de toda su vida, defendió que bajo tierra los personalismos no tienen cabida, y que toda exploración e investigación es fruto del trabajo en equipo. Siendo notoria su trayectoria, fuera de alguna frase emblemática los espeleólogos actuales (e incluso muchos de sus contemporáneos) ignoran gran parte de su vida. Fruto de una investigación biográfica en curso, en este artículo exponemos algunos aspectos poco conocidos de Arcaute, y tratamos de explicar por qué, cincuenta años después de su muerte, sigue siendo un espeleólogo referencial a nivel europeo.

Félix Ruiz de Arcaute van der Stucken (Antwerp 1927 - Arette 1971) got to know the subterranean world in Grenoble in the late 1940s; He later moved to the Basque Country, where he was one of the main promoters of local speleology. Starting in 1960, he explored the Larra massif (Pierre Saint Martin) in collaboration with numerous European groups. Throughout his life, he defended that in the underworld there is no place for personalities, and that all exploration and research is the result of teamwork. His career being notorious, outside of some emblematic phrase, current speleologists (and even many of his contemporaries) ignore much of his life. As a result of an ongoing biographical investigation, in this article we expose some little-known aspects of Arcaute, and we try to explain why, fifty years after his death, he continues to be a leading speleologist at European level.

1. “El belga” de Tolosa

La familia Ruiz de Arcaute estaba vinculada con la industria papelera de Tolosa (Guipúzcoa) desde antaño. No obstante, Vicente, el padre de Félix, no siguió la tradición familiar e hizo la carrera militar; aunque una enfermedad le obligó a retirarse del servicio y pasar su convalecencia en las montañas suizas. Allá conocería a la belga Senta van der Stucken, quien se convertiría en su esposa. Se trasladaron a Bélgica en torno a 1923, y Vicente se hizo cargo de la fábrica de harina que poseía la familia Van der Stucken en el puerto de Amberes. Allá nacieron sus dos hijos: Miguel (1925) y Félix (1927).

Félix tuvo una infancia acomodada: tenían una casa en Biarritz (Labourd) y otra en Villars (Suiza), donde nació su afición a la montaña. Fue un joven rebelde, emprendedor y con espíritu libre: fue expulsado de varios centros, hasta que recaló en el Nid d'Aiglons (Heide – Kalmthout), escuela belga basada en los principios y la lengua de la República Francesa cuyo ambiente libre y sus compañeros -de diversa extracción social y geográfica- le dejaron una profunda impronta. Cuando los nazis ocuparon Bélgica, Félix tenía 14 años; las experiencias  de esa época -supervivencia, desapariciones forzadas, sabotajes- acentuaron su capacidad de liderazgo y sus ansias de libertad.

El futuro de Félix estaba encaminado a llevar las riendas del negocio familiar: la fábrica de papel “La Esperanza” de Tolosa. Para ello, fue enviado a Grenoble, principal centro europeo de formación en ingeniería del papel. Fue estando allí cuando tuvo su primer contacto con la espeleología, nada menos que en la red subterránea del Dent de Crolles; allá quedó cautivado por la sensación de penetrar en territorios jamás explorados.

Arcaute viajó por primera vez a España en 1949, pero no para quedarse en Tolosa sino para realizar un ineludible trámite previo: el servicio militar. Realizó éste entre los años 1951 y 1953 en la localidad de Estella (Navarra), con libertad para moverse por la provincia y en la vecina Guipúzcoa.

Félix Ruiz de Arcaute en 1946. Fuente : archivo Ruiz de Arcaute Irazuzta

La sociedad que encontró recién salía de los años de escasez y pobreza tras la Guerra Civil Española; Félix aterrizó en ella como un extraterrestre: culto, rico, disciplinado, deportista... y sin desenvolverse aún en castellano (idioma que conocía por su padre, pero sin llegar a dominarlo).

Ya en invierno del 50-51 se inscribía en la Sociedad de Ciencias Aranzadi, donde se incorporó a la exploración del sistema subterráneo de Gesaltza (Oñate) y a la confección del Catálogo Espeleológico de Guipúzcoa, que le permitiría conocer otras zonas de la provincia. Además, en Navarra contactó con la sección de espeleología del Instituto Príncipe de Viana (IPV) y transmitió su pasión a algunos compañeros reclutas, con los que puso las bases del Grupo de Espeleología de Estella (SANTESTEBAN 2006). Por otra parte, mantuvo la relación con sus amigos de Grenoble: en 1953 colaboró en el rodaje del film “La Riviére sans Étoiles”, y en las prospecciones en el macizo de Vercors, participando en el descubrimiento de la Gouffre Berger. Arcaute mantendría esta tendencia a colaborar con diversos grupos de espeleología durante toda su vida (EEE, 1980).

2. Forjando cadenas

Félix Ruiz de Arcaute participaría en la mayoría de exploraciones importantes que tuvieron lugar en el País Vasco y alrededores.

Durante la dictadura, la frontera franco-española era difícil de franquear, pero las prerrogativas de Félix le permitían traspasarla; por eso, Arcaute jugó un papel clave a la hora de proveer a diferentes grupos de espeleología con materiales inalcanzables en España como escalas de aluminio, cuerdas de nylon, anclajes... En los años 50 participó en innumerables exploraciones como las de la sima Etxaleku, Aitzbeltz, Ormazarreta, Torca del Carlista, Mairuelegorreta... en el País Vasco, y también otras campañas importantes como las de Ojo Guareña (Burgos) o la propia Gouffre Berger (ERAÑA & ABENDAÑO, 2007). Entre 1954 y 1955, sus amigos de Grenoble habían seguido explorando esta sima hasta -985 metros, batiendo el récord mundial de profundidad de la Sima de la Piedra de San Martín. Por ello, para 1956 se planificó una campaña especial, la “Operación -1000”, convocando a grupos de espeleología de todo el mundo para que ayudaran en la empresa, y al mismo tiempo sirvieran de testigos que certificaran la superación por primera vez en la historia de los simbólicos 1000 metros de profundidad. Arcaute, por supuesto, no quiso faltar y acompañado de Isaac Santesteban (IPV) se desplazó en moto hasta el Vercors. Allá les tocó trabajar duramente en el equipo que instaló la sima hasta -900 m., preparándola para que el equipo de punta pudiera seguir la exploración. En esa campaña se alcanzaría la profundidad de -1122 m (MARTÍN, 2005).

En cuanto a las diferentes áreas de trabajo de la espeleología, puede decirse que Félix se especializó en la más clásica de ellas, cual es la exploración de punta. Por otra parte, también trabajó mucho la fotografía: muestra de ello es su vasta colección personal de imágenes, que dejan ver un notable dominio de las técnicas de iluminación, y el hecho de que en las I Jornadas Vasco-Navarras de Espeleología una de las conferencias que impartió Arcaute versara sobre fotografía subterránea. Estas jornadas, primer congreso espeleológico de la historia de España, fueron organizadas por Aranzadi precisamente a propuesta de Arcaute, para “estrechar los lazos entre espeleólogos, aumentar el prestigio de la espeleología e intercambiar datos y experiencias” y fueron también escenario de fogosas discusiones entre quienes entendían esta actividad como deporte (casi todos los espeleólogos españoles) y los que defendían su carácter de ciencia (la mayoría de grupos vascos más el Edelweiss de Burgos). Félix se alineaba apasionadamente con estos últimos.

Todos los que conocieron a Arcaute coinciden en señalar que era alguien fuera de lo común, con una personalidad difícil: fuerte, emprendedor, crítico, intolerante, irascible, a veces « insoportable»; pero, al mismo tiempo, amistoso, solidario, sincero y generoso. Según sus amigos de cuevas, Arcaute era « una fuerza de la naturaleza (...) con una voz capaz de hacer caer las estalactitas » (MARRY, 1977). Siempre dispuesto a ayudar, era el líder natural del grupo, y como tal, siempre se preocupaba por la seguridad de sus integrantes, marchando el último en muchas ocasiones para vigilar la progresión de los demás. Muchos de sus compañeros recuerdan una frase suya: « en horizontal, democracia; en vertical, dictadura », que venía a significar que en las galerías horizontales cada uno podía hacer lo que quisiera, pero que en los pozos verticales era imprescindible un jefe que coordinara a todos.

Fuera de su vida subterránea, Arcaute se había casado en 1955 con la tolosana María Dolores Irazuzta; con ella tuvo tres hijos: Elsa, Vicente y Pedro. Como gerente de la papelera, tenía una gran implicación con la fábrica; y personalmente, más que la parte administrativa, le gustaba más la productiva, es decir, andar entre las máquinas. La fábrica le acostumbró a manejar gente y recursos, lo que según sus compañeros espeleólogos acentuó su capacidad de liderazgo. Y por cierto, la técnica de exploración subterránea también le resultó útil alguna vez en el exterior, como en las grandes inundaciones de Tolosa en octubre de 1953: con un bote neumático, fue rappelando de farola en farola a lo largo de las calles inundadas, consiguiendo llegar desde su casa hasta la fábrica, a donde entró disciplinadamente a su hora habitual.

De todas formas, Félix no encajaba muy bien entre la gente « normal » de Tolosa: aparte de su extraña afición por las cuevas, leía mucho. Autores como Carl Gustav Jung, Teilhard de Chardin, Arthur Koestler... se contaban entre sus favoritos. También amaba la música, sobre todo la de Johann Sebastian Bach. A pesar de ser católico, no iba a misa (salvo cuando era cantada); ya que era bastante anticlerical y no le gustaba el dogma. De hecho, se sentía más próximo a la libre interpretación de la Biblia que defendían los protestantes. Arcaute era por tanto un hombre de una rica vida interior; y a pesar de que estimaba a sus paisanos, no encontraba su lugar en el ambiente de cuadrillas, sociedades gastronómicas y catas de sidra.

3. La inflexión de Larra

En 1960, el grupo del IPV organizó las V Jornadas Vasco-Navarras de Espeleología en Larra. En este enclave que ha sido llamado el “Himalaya de la Espeleología”, las fronteras políticas no corresponden con la hidrología, por lo que la colaboración internacional es imprescindible. Así, los espeleólogos contaron con la ayuda de la empresa Electricité de France (EDF) y los Ejércitos español y francés para montar una gran expedición; entre los diversos trabajos abordados en la misma se realizó una topografía de precisión de la Sima de la Piedra de San Martín que permitió perforar el túnel de La Verna. Entre los  más de 100 espeleólogos que participaron en la operación se encontraban los de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, capitaneados por Arcaute. 

En esa época, la sección de Aranzadi vivía una crisis generacional: la mayoría de los espeleólogos de los años 50 habían ido dejándolo por motivos laborales o familiares; y a principios de los años 60, Félix se quedo solo en Guipúzcoa. Aun así, siguió en su línea de colaboraciones con los demás grupos y Larra se convirtió en una cita anual ineludible: todos los años, mientras la familia veraneaba en San Sebastián, Arcaute pasaba casi un mes entero en aquel “hotel de mil estrellas”.

De una forma natural, Félix adoptó el papel de enlace entre los diversos grupos de espeleología que confluían en este enclave. Su propio carácter internacional (belga, flamenco, español, vasco, de cultura francesa…) le llevó a defender que en Larra era necesario promover la colaboración por encima de nacionalidades,  considerando que « las palabras España y Francia son mortales para la Pierre Saint Martin ». En 1961, protagonizó con sus compañeros Juan San Martin y Antonio Arratibel una incursión memorable y genial, en la que siguiendo las deducciones derivadas del análisis hidrogeológico de la sala de La Verna, previeron la existencia de la Galería Aranzadi en un lugar que no podían divisar con los sistemas de iluminación de la época, y tras realizar una escalada la localizaron en el lugar previsto. Tras acceder a ella, encontraron dos continuaciones principales: a una de ellas la denominaron María Dolores (en honor de la esposa de Arcaute) y a la otra Martine; por esta última, poco tiempo después Félix y sus amigos batirían de nuevo el récord mundial de profundidad (QUEFFELEC, 1968).

No obstante, la gran dimensión de esta red subterránea ocasionaba algunos problemas: había varios grupos de espeleología explorando en diferentes sectores, no siempre bien coordinados, y a veces hostiles entre sí. Comprendiendo que esto perjudicaba a la eficiencia de las exploraciones, Arcaute trabajó para acercar a las partes en conflicto: sus gestiones fueron clave para coordinar a los grupos dirigidos por Corentin Queffelec, Max Cosyns y el IPV. Tras un largo proceso, en 1966, entre todos ellos conformaron la Association pour la Recherche Spéléologique Internationale á la Pierre-Saint-Martin (ARSIP); esto redundó en beneficio de la coordinación, y ese  mismo año los espeleólogos localizaron en las Arres de Anie la sima Basabürü (topónimo mal traducido como Tête Sauvage), nueva entrada al sistema que en adelante fue clave para el desarrollo de las exploraciones.


Figura 2 : Félix y su familia (Elsa, Vicente, María Dolores y Pedro) en la estación de esquí de Candanchú, en el invierno de 1970-71. Fuente : archivo Irazuzta.

4. La dimensión intelectual

Ya hemos mencionado que en Guipúzcoa Félix se encontraba fuera de lugar; pero en Larra halló gente de su misma cultura, con la que compartía muchas cosas. No coincidían en todo, por supuesto. Más bien al contrario: las discusiones sobre filosofía, teología, metafísica, política y demás eran tremendas, sobre todo con su íntimo amigo Queffelec. Pero Félix, amante de la polémica, se encontraba “en su salsa”. Por otra parte, siendo muy crítico con el régimen de Franco, no aceptaba las opiniones de extranjeros sobre política española; decía que « éso ya lo discutiría con los suyos, pero no con los franceses ».  

Debemos tener en cuenta que allá se juntaba gente de muy diferentes ideas; pero, siguiendo la tradición espeleológica, se evitaba tratar de temas conflictivos para centrarse en el interés común, que eran las cuevas. Aun así Arcaute tenía una marcada línea ideológica (de derechas, antifascista y anticomunista) y pocos pelos en la lengua, por lo que cabe pensar que en aquellas sobremesas no faltarían las pullas; habida cuenta que en la Francia de aquella época los movimientos de izquierda estaban en plena ebullición. Félix seguía con interés los acontecimientos políticos: la primavera de Praga, las protestas por Vietnam, el mayo de París y las masacres de México en 1968, el proceso de Burgos y el secuestro del cónsul alemán Beihl en 1970…

Como muchos intelectuales de la época, Arcaute creía que la humanidad se encontraba en un cambio de era; concretamente, en la transición de la Era de Piscis a la de Acuario. En su caso, esta idea provenía de sus lecturas de Jung, y en las cartas que intercambiaba con sus amigos franceses pueden leerse muchas páginas al respecto. Según esta teoría, se avecinaba el surgimiento de una nueva religión, nuevo mesías incluido. En torno a 1969, Félix dio forma a estas inquietudes escribiendo “Le Livre du Berger”, novela ambientada en la España del siglo XXII. En este trabajo inédito, Arcaute presenta una curiosa síntesis de sus pensamientos haciendo una especie de parodia de la Biblia con la participación de fariseos católicos, un Poncio Pilatos norteamericano, guardias civiles en el huerto / parque de Getsemaní… El libro tiene incluso algún guiño espeleológico como el nombre del protagonista (Berger) y el seudónimo usado para firmar el libro, “Pierre Saint Martin”. Félix, sin duda, era consciente de que en esos años algo asi era impublicable en España; por eso pasó el original a sus amigos de Larra, con la intención de publicarlo en Francia. Pero estos planes quedaron truncados por su muerte, y el manuscrito arrinconado.

5. La promesa de Arcaute

El hallazgo de la sima de Basabürü aceleró el ritmo de exploración del Sistema de la Piedra de San Martín. Además, las prospecciones en las Arres de Anie permitieron el hallazgo de muchas nuevas cavidades, entre ellas el segundo gran sistema de Larra a través de una sima que atrajo la atención del mundo espeleológico internacional, y a la que se dio el nombre del alcalde de Arette: Jean-Marie Lonné-Peyret.

Arcaute había prometido a su familia que 1971 sería su último año en Larra. Y es que para entonces tenía ya 43 años, edad hoy día bastante normal para un espeleólogo, pero en aquella época muy avanzada; baste tener en cuenta que la mayoría de sus compañeros de exploración tenían entre 18 y 25 años. Estos jóvenes admiraban a Félix por su experiencia y buen hacer, pero él tenía claro que su tiempo había pasado y que era el turno de la siguiente generación. Lo ilustraba con otra frase que sus amigos recuerdan frecuentemente: « los viejos, al cubo de la basura; y cerrando la tapa después, para que no huelan ».

Ese verano, Arcaute realizó una dura campaña de 15 días en el sector de Leizerola con sus amigos del IPV: muchas simas, tiempo pésimo, poco descanso. Seguidamente, se dirigió a la sima Lonné-Peyret con otro miembro de Aranzadi, pues se había comprometido con dos jóvenes de Grenoble a hacer una exploración en el sector río arriba. Allá tuvo un percance con la cuerda, quedando bloqueado bajo una cascada helada; a pesar de sus intentos de ayudarle, los esfuerzos de sus compañeros fueron en vano y tras 20 minutos de lucha Félix se rindió, dejando la vida en su tan amado macizo de la Piedra de San Martín.

La muerte de Arcaute sacudió el panorama espeleológico internacional, donde tan profunda huella había dejado. Como consecuencia directa, se produjo un gran impulso del espeleosocorro en Europa, con los franceses a la cabeza, y se desarrollaron técnicas de rescate para poder resolver situaciones de ese tipo. Actualmente, una frase acuñada por Félix durante las exploraciones de la Piedra de San Martín (« el eslabón no es nada: lo que importa es la cadena ») sigue siendo usada entre espeleólogos de todo el mundo para representar la labor de equipo que es imprescindible para desarrollar su trabajo.

6. Conclusión

Es fácil trabajar con gente que piensa igual que nosotros; lo que realmente tiene mérito es hacerlo con gente con la que no estamos de acuerdo. De las muchas cosas que se podrían decir de Félix Ruiz de Arcaute, queremos destacar en esta ocasión la capacidad que tuvo para agrupar a diversos equipos espeleológicos por encima de viejas rencillas y conflictos generacionales. Ejemplo que sin duda puede servir de inspiración para superar los conflictos que, también hoy día, no nos faltan en el mundo espeleológico.

Agradecimientos

A todas las personas que han compartido conmigo sus recuerdos y/o archivos sobre Félix, entre los que debo destacar a Isaac Santesteban, Adolfo Eraso, Eugenio Roa, José Luis Txintxurreta, Madeleine Cabidoche, Juan Mari Feliu, Rubén Gómez, Jose Mari Sáenz, Pierre Accoce, Michel Douat, Jacques Sautereau de Chaffe, Ernesto Nolte, Fermin Leizaola, Dominique Queffelec, Miguel Angel Martin Merino, Josu Granja y muy especialmente a Pedro y Elsa Ruiz de Arcaute Irazuzta.

Referencias

Resumen video en 9'.

2022/08/17

El papel de los espeleólogos en la gestión del patrimonio subterráneo: ¿miembros activos del equipo de gestión, o simples peones?

 Cítese como:

Resumen / Abstract

Teniendo claro que el gestor principal del patrimonio subterráneo tiene que ser la Administración Pública, es importante determinar la función que debemos cumplir los espeleólogos en el entramado de instituciones, empresas y especialistas que habitualmente se teje en torno a los proyectos desarrollados en cueva. A nuestro juicio, el papel de los espeleólogos debe ser central por dos razones: su conocimiento del medio, y su carácter de aglutinador de los diversos especialistas monodisciplinares.

Bearing in mind that the main manager of the underground heritage ought to be the Public Administration, it is important to determine the role that speleologists must fulfill in the network of institutions, companies and specialists usually woven around cave projects. In our opinion, the role of speleologists has to be central for two reasons: their knowledge of the environment, and their link condition between the various monodisciplinary specialists.

1. Introducción

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta la gestión del patrimonio subterráneo es su abordaje fragmentario: la investigación, protección o puesta en valor de este patrimonio depende generalmente de varias instituciones de gobierno (local, autonómico, estatal...) o departamentos (medio ambiente, cultura, obras públicas…), que "en superficie" tienen una clara separación operativa. En el karst esta separación no es posible porque todos los aspectos están relacionados; así, los diferentes agentes deben coordinarse para trabajar eficientemente.

Generalmente, el punto de partida de las investigaciones suele ser una circunstancia concreta (salubridad de un curso de agua, hallazgo de un yacimiento arqueológico, existencia de biodiversidad a proteger…), por lo que cuando los trabajos se emprenden tiende a primarse una de las ciencias del karst, la relacionada con el objetivo principal; teniendo el resto de disciplinas una consideración variable, que puede oscilar desde ser ignoradas (por estimar que no tienen relación con el objetivo), hasta ser consideradas parte del entorno de estudio.

Muchos espeleólogos de diversas épocas, durante sus investigaciones, han sido testigos de problemas derivados de un abordaje parcial del karst subterráneo; hecho no pocas veces relacionado con el poco peso de los propios espeleólogos en los equipos y órganos de gestión, reducidos al papel de peones (mover piedras, soldar rejas, pintar puertas, etc). En el mejor de los casos, la mala coordinación entre los diferentes agentes ha derivado en que el patrimonio quede a medio estudiar, pero conservado (mal menor que puede subsanarse con posteriores investigaciones); pero hay otras ocasiones en las que esta descoordinación ha provocado daños irreversibles. 

Durante los últimos cinco años, ADES Espeleologia Elkartea ha podido vivir de primera mano no solo importantes hallazgos (como los yacimientos de arte rupestre de Atxurra y Armintxe), sino también los problemas derivados de la mala coordinación de los trabajos. Así, partiendo de nuestra experiencia local (GOROSABEL, 2020b), intentaremos extraer algunas enseñanzas generales que contribuyan a poner las bases para una más eficiente gestión del patrimonio subterráneo.

2. Claves para la Administración

El abordaje integral de los entornos kársticos (exploración, investigación, protección) supone un trabajo ingente que indudablemente requiere el apoyo de las instituciones, y no sólo el económico; de hecho, es inconcebible que pueda desarrollarse a espaldas de la Administración, tanto por su dimensión como por la responsabilidad que esta tiene en sus diversas áreas. En este mecanismo, los espeleólogos debemos engranar con el resto de especialistas y contribuir de forma activa a los trabajos, empezando por mantener una comunicación fluida con las instituciones competentes, y perder el miedo a movernos por pasillos, antesalas y oficinas.

En ese “medio hostil” de trajes y corbatas, existen factores que debemos tener en cuenta, tales como la diferencia entre los cargos políticos (la cara visible, que cambia cada cierto tiempo) y los técnicos (que están en segundo plano, pero permanecen); ya que, al contrario de lo que pueda parecer, muchas veces estos últimos tienen más poder decisorio que los primeros. Por otra parte, a la hora de dirigirnos a un responsable también debemos tener presente el famoso “iceberg de la ignorancia” de Yoshida, en virtud del cual el grado de  conocimiento real de los problemas por parte de nuestro interlocutor suele ir disminuyendo a medida que su posición se encuentra más alta dentro de la pirámide de los cuadros de mando.

Pese a los desencuentros, los momentos de colaboración fluida existen y debemos cultivarlos. En la imagen, equipo de arqueólogos, técnicos de la administración y espeleólogos trabajando juntos en la cueva de Armintxe (11 de junio de 2016). Foto: ADES.

Otro escollo donde muchos proyectos en cueva fracasan es la poca comunicación entre diferentes departamentos de la propia Administración. Es paradigmático el caso de Atxurra, cueva vizcaína donde en 2015 se produjo un conflicto arqueo/biológico por incomunicación entre los departamentos de Cultura y Medio Ambiente de la Diputación Foral de Vizcaya (GOROSABEL, 2020a), organismos ambos con sede en el mismo edificio de Bilbao. También es digno de mención el caso de Armintxe, donde en 2016 se identificó un problema de inundaciones periódicas que estaba degradando su arte rupestre (GOROSABEL & URRUTIA, 2017) y que no ha sido aún solucionado debido principalmente a la falta de coordinación entre las instituciones competentes en cultura, medio ambiente y obras públicas. 

Existe una predisposición a este tipo de problemas interdepartamentales cuando no está claro quién manda sobre quién; por lo que una buena opción suele ser conformar estructuras superiores (Patronatos, por ejemplo) que subordinen a las diversas instancias bajo un mando único.

Hay que subrayar la importancia de que se ponga al frente de cualquier proyecto en cueva a personas debidamente cualificadas, seleccionadas por su capacidad y competencia; y que en su equipo de trabajo cuenten con especialistas capaz de trabajar en todas las áreas del karst sin descuidar ningún frente. Especialistas entre los que, por supuesto, deben estar los espeleólogos, tal como lo están en proyectos punteros como Nerja, Atapuerca o Goikoetxe. Estas condiciones, sin embargo, no siempre se cumplen, contribuyendo a abonar el terreno para los problemas. 

Para negar a los espeleólogos un lugar en los órganos de decisión, algún gestor ha llegado a afirmar que “La espeleología es como mucho un deporte de riesgo; pero no tiene nada que ver con la ciencia. Si así fuera, habría una facultad de espeleología; y no la hay” (declaraciones de Mikel Unzueta Portilla, técnico del Servicio de Patrimonio Cultural de la Diputación Foral de Vizcaya en relación a Armintxe, en el Diario Berria del 21 de diciembre de 2018). Creemos que esta minusvaloración puede tener que ver con un modo erróneo de entender los conceptos de profesional y amateur. Siendo éste uno de los principales escollos donde suele atascarse la colaboración entre espeleólogos y Administración, merecerá la pena que nos extendamos sobre el mismo.

3. Profesionales y aficionados

En efecto, con los espeleólogos se da una condición paradójica, ya que pese a que desde diversas instancias se suele alabar la "profesionalidad" de estos especialistas, la inmensa mayoría de ellos realiza esta actividad en calidad de aficionados; dado que, aunque los espeleólogos cobren por algunos de sus trabajos, no pueden ser considerados "profesionales" a no ser que la espeleología constituya su fuente de ingresos principal. Como esta condición de amateurs se ha esgrimido en no pocas ocasiones para marginar a los espeleólogos de los equipos de trabajo, hay que precisar que los espeleólogos son aficionados... pero especialistas. Y que es esta última condición la que debe ser tenida en cuenta por los gestores, no siendo relevante si viven o no de esa especialidad.

De todas formas, la casuística es amplia. Por ejemplo, no son raros los espeleólogos que, profundizando en alguna de las Ciencias del Karst, llegan a hacer carrera en alguna de ellas. En estos casos, encontramos geólogos, biólogos, etc. que paralelamente a su profesión (generalmente no limitada al medio kárstico) siguen practicando espeleología en calidad de aficionados. Así, en esos grupos de gente uniformizada por el color del barro encontramos personas con niveles de formación muy diferentes: desde la educación más elemental hasta los estudios de grado superior (dándose no pocas veces la situación de que, por sus conocimientos acumulados y experiencia, sean los primeros quienes dirijan a los segundos). En cualquier caso, como la exploración subterránea es realizada necesariamente en grupo, estos equipos amateurs llegan a adquirir una alta cualificación debido precisamente a este trabajo conjunto de  espeleólogos rasos y especializados, acentuada por las muy habituales colaboraciones interclub, que les permite obtener resultados científicos de calidad. Además, los espeleólogos especializados aportan ventajas: por un lado, su condición de licenciados, doctores o catedráticos permite al equipo espeleológico salvar diversos escollos burocráticos cuando este se ve en la necesidad de acreditar su cualificación; pero, lo que es más importante, al aunar en su persona las cualidades de especialista en su propia área de conocimiento y la de espeleólogo generalista, se evitan los problemas de la hiperespecialización, identificados en el mundo académico desde hace ya más de dos siglos (JOVELLANOS, 1797). Y es que cuando la elevación de los conocimientos en una materia se acompaña de carencias en otras, los especialistas monodisciplinares -muy competentes en su materia pero sin perspectiva suficiente sobre las otras Ciencias del Karst- pueden perjudicar involuntariamente otras áreas de estudio, o ser sobrepasados por aspectos que no fueron capaces de prever inicialmente.

Especialistas en hidrogeología y espeleología muestreando en la cueva de Goikoetxe (Vizcaya), 2011. Foto: ADES.

Afortunadamente ya existen intentos de superar la contraposición "profesional vs. aficionado" hacia una visión más complementaria; sin ir más lejos, tenemos dos  buenos ejemplos en arqueología. Según PLUTNIAK (2017), ya en la década de 1980, el bearnés Georges Laplace (autoridad internacional en la materia, y antiguo espeleólogo por cierto) se negaba a hacer distinción entre profesionales y amateurs, condenando irónicamente "el amateurismo de algunos profesionales"; ponía el foco en la necesidad de una educación basada en la investigación continua, en lugar de en el dogma o el argumento de autoridad; y señalaba que, paradójicamente, el carácter amateur de un investigador puede ser una de sus mayores garantías, por mantenerle al abrigo de eventuales injerencias por parte de entidades financiadoras. Por otra parte, la investigadora Marta Alberti, directora ayudante del yacimiento de Vindolanda (Escocia) desarrolla actualmente una tesis donde estudia, basada en CLARY et al. (1998), la colaboración entre arqueólogos profesionales y ayudantes voluntarios y planteando interesantes cuestiones como si es imprescindible un título académico para realizar una excavación, si los arqueólogos profesionales tienen en cuenta la opinión de los voluntarios; o si estos voluntarios quitan el trabajo a los profesionales.

4. Claves para los espeleólogos

Consideramos que la principal cualidad de los equipos espeleológicos, y que los convierte en imprescindibles para cualquier proyecto a desarrollar en cueva, radica en su capacidad de trabajar simultáneamente en todas las disciplinas convergentes en el karst. Por otra parte, proporcionan al equipo multidisciplinar beneficios que ningún otro especialista está en condiciones de aportar, cuales son la capacidad de moverse bajo tierra de forma segura (tanto para las personas, como para el patrimonio subterráneo); de ayudar a los otros especialistas a hacer lo propio; y, cuando esto no es posible, de ser “sus ojos” en los sitios a donde ellos no pueden llegar.

A pesar de ello, dentro del colectivo espeleológico nos encontramos con diferentes percepciones sobre el propio papel que jugamos, o debemos jugar, en estos equipos multidisciplinares. Estas percepciones pueden oscilar desde el menosprecio hasta la autoestima excesiva, pasando por diversos grados intermedios.

Considerando uno de los extremos de esta escala de percepción, la baja autoestima tan frecuente entre nuestros compañeros ciertamente no favorece que los otros especialistas y técnicos se formen una opinión favorable de nosotros. Así, cuando en los proyectos de investigación no se cuenta con los espeleólogos, muchos compañeros lo asumen como cosa normal, por considerarse a sí mismos unos ignorantes. Cosa que, aparte de no ser cierta, puede como decíamos antes llevar a la dirección del proyecto a cometer graves errores, al prescindir de los especialistas que poseen una de las mejores perspectivas de conjunto sobre el karst. Pero para que otras personas nos tomen en serio, hay que empezar por hacerlo uno mismo: estimándonos en lo que valemos, ni más, ni menos.

Porque, sin ser tan frecuente, también podemos encontrarnos con el otro extremo. Tengamos en cuenta que, por ejemplo en arqueología, los espeleólogos estamos llamados a jugar un importante papel: las características de los yacimientos, hallados cada vez más frecuentemente en contextos profundos, hacen necesario contar con nosotros tanto para su prospección como para su investigación. Por ello, algunos pueden caer en la tentación de la arrogancia, actitud que también puede poner en peligro la buena marcha de un equipo multidisciplinar; y que tal como deploramos en otros especialistas, tampoco debemos aceptar entre espeleólogos. "In medio virtus"; y será entre estos dos extremos donde vayamos a encontrar la actitud adecuada, adaptada a cada caso particular, y primando siempre lo que sea beneficioso para el karst, por encima de cuestiones corporativas o personales.

Asimismo, los espeleólogos debemos ser conscientes de la desconfianza que suscitamos entre algunos técnicos y especialistas, tanto por la cuestión profesional/amateur ya mencionada, como por el carácter informal de la mayor parte de grupos de espeleología que permite que "cualquiera" (dicho sea en el peor sentido) pueda entrar en ellos. El antídoto contra esta desconfianza es que los espeleólogos guardemos un comportamiento ejemplar, eficiente, en todas las disciplinas que se aborden (“más profesionales que los profesionales”).

Finalmente,  hay que decir que este carácter informal, fragmentario, abierto de los grupos de espeleología tiene también sus ventajas: la no existencia en todos los grupos de especialistas en todas las disciplinas motiva que, de modo natural, se produzca una profusa colaboración intergrupal. Este hábito de colaboración (que ha existido históricamente, existe ahora y probablemente persistirá entre los investigadores del karst por encima de fronteras) permite a estos equipos abordar exitosamente trabajos de gran complejidad.

5. Conclusión

En cuanto a la exploración, investigación y protección del patrimonio subterráneo se refiere, espeleólogos y Administración estamos en el mismo bando. Por eso, decididamente, debemos procurar mejorar la relación entre nosotros para una mejor consecución de los objetivos comunes: los espeleólogos, poniendo al servicio de las instituciones nuestro conocimiento y capacidad de trabajo; y la Administración, siendo receptiva a la aportación de la comunidad espeleológica, y dándole voz y voto en todo órgano donde se trate sobre el karst.

Agradecimiento

A ADES Espeleologia Elkartea, que a lo largo de más de 40 años viene criando murciélagos de especies diversas, tanto muchos de los que hoy poblamos las galerías de su zona, como los que un día migraron a cuevas muy lejanas.

Referencias

Resumen video (13')

2022/08/06

"Pepetxo", un cántabro del s. XVIII en Amoroto

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"Pepetxo", un cántabro del s. XVIII en Amoroto


Oier Gorosabel Larrañaga
(ADES Espeleologia Elkartea)
txikillana@gmail.com

Resumen: hace algo más de doscientos, años, en una cueva del barrio llamado Atxurra, en Amoroto (Vizcaya) vivió un ermitaño conocido como "Pepetxo". Unos datos recientemente hallados nos han permitido identificarlo como Joseph Díaz de Castro, natural de Quijas (Reocín, Cantabria).

Referencias modernas

Entre los investigadores del karst de la comarca de Lea-Artibai (Vizcaya) se conoce desde hace tiempo la referencia a la "Cueva de Pepetxo". José Miguel Barandiaran la visitó en 1935, mientras realizaba excavaciones arqueológicas en la cercana cueva de Atxurra junto con Telesforo Aranzadi y Enrique Eguren. Publicó los resultados de aquellas observaciones en 1948.

 

Carta manuscrita de Barandiaran a Ernesto Nolte (Grupo Espeleológico Vizcaíno) el 28 de diciembre de 1962, reproduciendo el texto de 1948. Fuente: GEV. 1978. "Carta abierta a D. José Miguel de Barandiarán". Kobie 8:7-9. Bilbao.

Transcripción: "Cueva de Pepetxo / "En el pueblo de Amoroto (Vizcaya) extste una montaña llamada "Atxamonte". Una de sus laderas está bordeada por el arroyo de "Armiña". En esta ladera, que mira a Oriente, se abre la cueva conocida con el nombre de "Pepetxon-kobia" (la cueva de Pepetxo). Aquella parte del monte es propiedad de la casa "Atxurratxiki" que es también de Amoroto. El nombre "Pepetxon-kobia" (o "Pepetxon-kuebia", como dicen otros) le viene, según cuentan los vecinos de Amoroto, de que en aquella caverna vivió un individuo llamado "Pepetxo", de quien es fama que introdujo el cultivo de la patata en Vizcaya".

Situación y estructura geológica de la Cueva de Pepetxo. Fuentes: datu-basea13.wikispaces.com / Ramon Adan de Yarza / EVE.

 La cueva se abre pues en la cara este de la montaña denominada Atxamonte, en terreno perteneciente al municipio de Amoroto, aunque muy cerca de sus lindes con Berriatua. Actualmente  se encuentra dentro de una explotación forestal, aunque en la boca persisten vestigios de la vegetación autóctona (encinas). Presenta dos entradas, en rampa descendente, por las que se accede a una amplia sala, con una pequeña abertura en su techo, a modo de claraboya comunicada con el exterior; por medio de ésta podemos acceder a un nivel superior, donde una estrecha galería transita hacia el norte unos 25 metros. Desde la sala principal, una galería prosigue unos 15 metros hacia el oeste.

Topografía de la Cueva de Pepetxo. El signo "I.m" de la rosa de los vientos indica el norte magnético. Fuente: ADES.

El Grupo Espeleológico Vizcaíno (GEV), que venía operando desde la década de 1950, exploró también como es natural las cuevas de esta zona. Siguiendo las referencias de Barandiaran, los espeleólogos inspeccionaron la Cueva de Pepetxo el 25 de noviembre de 1962, en compañía del arqueólogo Juan María Apellaniz y el paleontólogo Jesús Altuna; les guió a la misma Antonio Argintxona, habitante del caserío Atxurra. Catalogaron asimismo varias cavidades más en las inmediaciones, que numeraron correlativamente: así, la cueva de la que hablamos fue denominada Pepetxo I, y las demás II, III, IV... Posteriormente estas cuevas han venido siendo citadas en numerosas ocasiones, y reexploradas por los grupos que han operado en la zona, como el Speleo Club Beti Goruntz de Bilbao.

El grupo de espeleología ADES comenzó su andadura en 1978 y, naturalmente, tenía noticia de estas cavidades de su zona. Sin embargo, no fue hasta 2012 cuando pudimos dedicarnos a buscarlas e identificarlas; con bastante trabajo y la imprescindible ayuda de los vecinos, pudimos localizar finalmente la célebre "Pepetxo I".

Cueva Pepetxo I, 1 de noviembre de 2012. Fuente: ADES.

 En nuestra labor de campo habitual procuramos recoger datos de todas las ciencias del karst; incluida la etnografía. Así, también quedó apuntada la nota de Barandiaran sobre el tal "Pepetxo" que vivió en esta cavidad, y archivada quedó sin mayor trascendencia. Pero, a veces, una información posterior arroja luz sobre elementos anteriores; y eso fue lo que ocurrió siete años después.

Referencias antiguas

En 2019 Aitor Iturbe Gabikagojeaskoa, de la revista "Kurik" de Lekeitio (dedicada a la investigación y divulgación de temas históricos de la localidad), se encontraba en el convento de los frailes carmelitas de la vecina Markina-Xemein (comarca de Lea-Artibai), concretamente revisando tres volúmenes manuscritos de la obra "Antigüedades de Vizcaya" de Juan Ramón Iturriza que se custodian en su biblioteca. Y en uno de ellos encontró la siguiente lista de los caseríos de Amoroto, con una pequeña nota marginal:

ITURRIZA, Juan Ramón. "Antiguedades de Vizcaya" (no tenemos la página o referencia exacta de la imagen). Fuente: Aitor Iturbe.


Transcripción: "Amiax andicua. En la sepultura de esta casa se enterro en 5 de mayo de 1797 Joseph Diaz de Castro, natural del Concejo de Quijas valle del Renin en la Montaña; el qual hizo vida heremitica en la Cueva de Achurra: fue soltero con Voto de Castidad".

El lector puede imaginarse nuestra emoción cuando Iturbe, conocedor de la labor del grupo de espeleología ADES, se acordó de nosotros y nos envió la fotografía del manuscrito.

Para evitar confusiones toponímicas, hay que tener en cuenta que la "cueva de Atxurra" mencionada en el documento de Iturriza probablemente no es la misma que hoy conocemos con ese nombre (Gorosabel, 2020); de hecho, la "Atxurra actual" (referencias VI-66/67 del catálogo GEV) no se conoció hasta 1882, cuando su boca inferior quedó a la vista tras una voladura en las obras de construcción de la nueva carretera Lekeitio-Markina; hasta entonces, la boca superior (donde Barandiaran localizaría un yacimiento arqueológico en 1929) no era ciertamente la más cómoda de la zona para ser usada como habitáculo. Por tanto, la "cueva de Atxurra" mencionada por Iturriza pudo ser cualquiera de las numerosas cavidades existentes en torno a este barrio rural. Pero es lógico pensar que, en el siglo XVIII, los lugareños pudieron haber dado un nombre distintivo a aquella donde se acomodó aquel ermitaño solitario y que pasarían así a conocerla como "la cueva de Pepetxo".

Detalle de la localización de Amiax (izquierda), barrio central e iglesia de Amoroto (centro) y la Cueva de Pepetxo (derecha). Fuente: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Una información lleva a otra; y tras publicar estas cuestiones en la memoria anual del ADES correspondiente a 2019 pudimos conocer todavía otro detalle: Jabi Aranguena, seguidor del grupo, nos hizo llegar una referencia del periódico "El Noticiero Bilbaíno" del 27 de junio de 1882, donde encontró un artículo sobre la cueva de Atxurra (la actual) haciendo referencia a una persona de la localidad que testimoniaba que "Teníase a este hombre por santo; todos los días venía a Amoroto a oír misa, y solo comía patatas que enseñó a cultivar y comer en este pueblo, donde eran desconocidas". Es emocionante esta referencia de un tiempo en que, sin duda, el recuerdo de este hombre todavía permanecía vivo en las conversaciones de algunas familias.

Conjeturas

A pesar de que en estas cosas es imposible una certeza del 100%, los indicios apuntan a que éste Joseph Díaz de Castro y "Pepetxo" pueden ser la misma persona: un cántabro de Quijas, municipio de Reocín (en el documento se menciona "Renín", pero parece un error de transcripción), provincia de Santander. Zona que no tenemos el placer de conocer, pero donde según tenemos entendido hay abundancia de cuevas; por lo que podemos pensar que Joseph ya estaba familiarizado con el medio subterráneo a su llegada a aquel remoto paraje.

Fuente y poyo en las cercanías de Amiax, lugar de descanso y tertulia. ¿Se reunirían aquí Pepetxo y sus amigos indígenas? Fuente: ADES.

 Una vez sabido todo esto, hemos podido prestar algo más de atención y ver con otros ojos los parajes circundantes a la cueva, reparando por ejemplo en la considerable distancia que existe entre la gruta y los caseríos de Amiax, acentuada por la abrupta orografía del terreno. La amistad que se fraguó entre los labradores y el ermitaño, estuvo precedida sin duda de largas caminatas entre uno y otro lugar.
Por otra parte, la cuestión de la identidad del eremita no deja mucho lugar a la duda. Pero también da pie a formular varias y sugerentes preguntas:

  •     ¿Cuándo nació Joseph Díaz de Castro?
  •     ¿Qué tipo de vida llevó en su juventud?
  •     ¿Por qué tomó la determinación de retirarse del mundo?
  •     ¿Cómo llegó a ése paisaje aislado? (donde en aquella época los caminos carretiles más próximos se encontraban a varias horas de marcha a pie)
  •     ¿Qué relación tuvo con los habitantes de la zona? (que, a la sazón, con toda seguridad eran vascohablantes monolingües).
  •     ¿Cuál es la primera referencia del cultivo de la patata en la comarca de Lea-Artibai?

En relación con este último tema, un compañero de grupo, Antonio García Gamero, ha podido realizar otra aportación más a esta fascinante microhistoria. El amigo Antuá localizó una tesis doctoral (Palanca, 2011) que nos aporta datos interesantes, como la fecha de la traída de la patata al País Vasco: fue exactamente en 1772, desde Irlanda, y a iniciativa de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, "para sembrarla en diferentes caseríos de Bizcaya y de Guipuzcoa". En efecto, en esta zona -uno de los focos principales de la Ilustración española-, fue habitual que los miembros de la Real Sociedad, muchos de ellos grandes terratenientes, introdujeran las innovaciones en las granjas de su propiedad, para que los arrendatarios ensayaran su cultivo. Indudablemente es en este contexto donde debemos situar las informaciones recogidas por el anónimo corresponsal de 1882, y por José Miguel Barandiaran en 1935: ecos de vivencias que se remontaban solamente una o dos generaciones atrás. Queda pendiente conocer cuál fue exactamente el papel que "Pepetxo" jugó en la expansión local del nuevo cultivo.

Dos generaciones han bastado para que el recuerdo de esta historia se borre totalmente de la memoria popular en esta comarca. Pero, poniendo negro sobre blanco lo que hemos podido averiguar, esperamos contribuir a su rescate sin perder la esperanza de que quizás, algún día, encontremos un nuevo cabo del hilo de donde tirar para conocer mejor la historia de Pepetxo, el cántabro.

Bibliografía



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